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viernes, 29 de junio de 2018

RESURRECCIÓN



RESURRECCIÓN

Un buen día llegaron los hombres y las mujeres. Todos vecinos de Castropol, todos con ganas de trabajar. Desinteresadamente.
Vinieron cargados de herramientas y buenas intenciones.
Cortaron las zarzas y las hiedras, limpiaron el patio y despejaron la huerta.
Libre de la maleza opresora y asfixiante, el palacio de Valledor respiró aliviado ensanchando sus pulmones de piedra.
El color de la vida retornó a sus paredes grises y a sus ventanas verdes, tras largos lustros sepultadas y a merced del invasor.
Un hondo sentimiento de bienestar y gratitud infinita se adueñó del alma de la vieja casona.
El vigor juvenil de antaño pareció animar de nuevo sus músculos y huesos, varias veces centenarios.
La sangre de la memoria fluyó con renovados bríos a través de las ancianas arterias e irrigó las agostadas neuronas haciendo reverdecer los recuerdos.
El palacio de Valledor volvía a nacer.
Como un ave Fénix colosal resurgía de entre las cenizas del olvido, desplegaba sus alas ciclópeas y muy pronto, pletórico, surcaba de nuevo los cielos.
Al fin se marcharon los obreros y aparecieron los músicos.
La banda de gaitas “El Penedón” estableció allí su cuartel general.
Los acordes festivos retumbaron entre las paredes aletargadas y estremecieron los cimientos enmohecidos.
Las familiares melodías espantaron la tristeza y barrieron la melancolía que, como pátina desolada, rocío funesto, sudario invisible, habían recubierto por entero la maltratada piel del palacio.
La arrolladora cascada de notas verbeneras se derramó, impetuosa y exploradora, reverberando hasta el último y adormecido rincón, reventando la burbuja del silencio, enclaustrado y polvoriento.
Y con la música llegaron los niños.
Armados con tizas de colores, tomaron el patio y lo llenaron de nombres y risas.
El familiar bullicio infantil, largamente añorado, rompió las barreras del tiempo y tendió puentes a través de los abismos de la memoria fusionando pasado y presente.
Ahora, al fin, el palacio de Valledor emergía del largo túnel y encaraba un futuro halagüeño cargado de ilusión y optimismo, presto para continuar acrecentando su historia de siglos.