José Villamañe descendió de su auto y entró en el Palacio de Valledor, la vieja Escuela Hogar en la que había estado interno en la década de los setenta.
En el patio porticado medraba una pequeña selva de zarzas, brotando entre las heridas del cemento. La hiedra también asomaba por doquier y, tras husmear por el suelo cuarteado, trepaba por el blanco leproso de los muros.
El maestro rural ascendió lentamente los desgastados peldaños y penetró en el interior del solitario caserón. Ante él se abría el largo pasillo que corría tras las fachadas que abrazaban el patio.
Recordó el Orfanato del Santo Ángel, allí existente desde principios de los años 20 hasta finales de la década de los 50, y que llegó a albergar hasta sesenta huérfanos.
José Villamañe imaginó la dramática situación de aquellas criaturas, a merced del hambre, el frío y las enfermedades, y privados del más elemental afecto paterno.
Casi podía palpar la huella indeleble del sufrimiento, soledad, dolor y miedo, infantil, prisionera y latente, para siempre, entre los cansados muros del Palacio del Valledor.
En ese momento resonó un fuerte golpe a su espalda. J.V. se giró sobresaltado, y se asomó a la ventana.
Un gorrión se había estrellado contra el cristal y
yacía sobre uno de los dos bancos de hierro situados a ambos lados del patio,
con la cabeza torcida y las convulsas patitas arañando el aire.
Fotografió el pájaro agonizante y lo grabó en un primerísimo plano hasta que
las patas del gorrión dejaron de agitarse y sus ojos vidriosos se velaron.
Descendió por la escalera hasta el amplio dormitorio y se tendió en una litera. Los pantanos de la memoria abrieron sus pesadas compuertas. Los recuerdos manaron a borbotones.
Unos
minutos más tarde, se disponía a abandonar el cuarto de aseo cuando captó un
leve movimiento dentro de uno de los espejos. Algo pequeño y oscuro se aproximó
por su espalda a una velocidad prodigiosa. Resonó un golpe seco y breve, como
un puñetazo de karate.
José Villamañe descubrió el mirlo agonizante sobre el alféizar de la
ventana.
El animal moribundo lo miraba con ojos
suplicantes. Abrió la ventana y percibió un fuerte olor a cadáver.
Un enorme gato negro pendía, ahorcado, en una de las ramas del robusto cerezo silvestre.
Desde el
tramo superior de la escalera descendió hasta él un sonido de risitas sofocadas
y pasos apresurados. Risas agudas y pasos cortos. Ruidos infantiles.
Su corazón se aceleró. Alarmado y expectante, ascendió un par de escalones y
aguzó el oído, escuchando.
Las chicharras seguían cantando, parloteaban los gorriones y el viento gemía en
los aleros y a través de los cristales rotos. Aparte de eso, no oyó nada más.
Ningún ruido raro ni fuera de lo corriente.
El ulular de una sirena cercana silenció momentáneamente el concierto de los
gorriones y las chicharras. El reloj del campanario de la iglesia dio
dos campanadas. Una madre llamaba a su hijo a la mesa. Más lejos, hacia
las colinas del Este, ladró un perro. Su aullido, prolongado y lastimero,
resultó inquietante y descorazonador.
Al
retornar al pasillo, se asomó a uno de los ventanales, aquél donde se
estrellara el gorrión. En el patio, justo debajo de la ventana, un robusto gato
negro devoraba con avidez el cuerpo del pájaro. De repente, el animal dejó de
comer, alzó la peluda cabeza y se quedó mirándolo fijamente, con escrutadora y
malévola intensidad. De su boca sobresalían varias plumas ensangrentadas y
restos de vísceras.
El orondo felino lucía un hermoso pelaje leonado, enteramente del color del
carbón excepto por una señal, pálida e indefinible, que recorría su garganta y
que recordaba…
José Villamañe, dudando si soñaba o estaba despierto, recorrió el pasillo cual
potro desbocado, raudo atravesó el comedor y se asomó a la ventana.
El pobre gato ajusticiado permanecía en el improvisado cadalso, cual horrendo
y descomunal fruto en una delirante pesadilla. Entre el enjambre de moscas y
avispas, su cuerpo se balanceaba suavemente acunado por el cálido viento del
Sur.
Se echó a reír al tiempo que gesticulaba violentamente. Un observador imparcial
pensaría que había enloquecido de repente. Pues claro que el animal seguía allí.
¿Dónde demonios iba a ir en tal lamentable estado? Eso le pasaba por leer a Poe.
De nuevo en el patio, y antes de salir a la calle, tiró las últimas fotos y grabó los postreros minutos de vídeo. Unos extraños reflejos procedentes de la ventana del medio le llamaron la atención.
Activó el zoom de la cámara.
El visor se
desvió bruscamente enfocando el tejado.
Cuando al fin consiguió recuperar el encuadre del ventanal, ya había
desaparecido la perturbadora imagen.
Sólo habían sido unos segundos, pero, aunque alcance la longevidad de
Matusalén, el maestro rural jamás podrá olvidar las dos caritas infantiles
pegadas contra los cristales.
Se trataba de un niño y una niña, seguramente hermanos, la similitud de sus
rasgos macilentos era muy grande. No tendrían más de 5 años.
Pálido y tembloroso, se sentó y cerró los ojos. La fugaz visión se había
grabado a fuego en su retina.
Con aterradora nitidez, seguía contemplando las naricillas chatas y los pequeños labios remedando un beso imposible, aplastados contra el vidrio frío; y en sus ojos, muy abiertos, toda la pena y el desamparo del mundo, como un prolongado grito, mudo y atronador.
Gracias, Paco, por participar con este relato en el homenaje de este mes a Edgar Allan Poe. Un abrazo y suerte!
ResponderEliminarGracias a ti, David, por este fantástico invento literario.
EliminarUn abrazo
Chapeau! Siempre es placer y aprendizaje leerte, aunque nos hagas temblar de terror. Un abrazo
ResponderEliminarAprender y temblar, buena combinación. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo, Juana
EliminarEstremecedor relato, realmente pude recorrer el lugar junto a José Villamañe, sentir la curiosidad por ver el lugar y sentir la angustia, muy bueno, saludos, PATRICIA F.
ResponderEliminarPues, si has sentido todo eso, me siento más que satisfecho. Muchas gracias por tu comentario.
EliminarUn abrazo, Patricia
ResponderEliminar“Toda la pena y el desamparo…” Impresionante. Muy bien narrado, con la adjetivación perfecta que nos hace imaginar cada escena con emoción.
Un relato que da verdadero miedo, muy bien ambientado, macabro, angustioso, nada apto para medrosos (lo del gato ahorcado reproducido es pavoroso). El toque de los niños fantasma pegaditos al cristal le da un cariz de tristeza y hondura conmovedora… Imposible buscar algo más gótico.
Enhorabuena y suerte!
Sí, la idea era crear el escenario y la atmósfera adecuadas para que el lector lo pudiera vivir. Me alegro de haberlo logrado.
EliminarEl palacio existe realmente, yo estuve interno ahí durante 7 años.
Y el Orfanato también existió realmente.
Eso sí, fantasma nunca vi ninguno.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo, Maite
Tremendo relato, Paco. El último párrafo hiela el alma. Me ha gustado mucho el tono, la ambientación, el ritmo... Una gran historia. Felicidades y mucha suerte.
ResponderEliminarCelebro que lo hayas disfrutado. Me encanta esa expresión "hiela el alma"
EliminarEl palacio de Valledor existe y albergó un orfanato en los años 30 y 40.
Entre el 67 y el 87 funcionó como Escuela Hogar. Yo estuve interno 7 años. Eso sí, nunca vi ningún fantasma.
Muchas gracias por tu comentario
Un abrazo
Hola Paco. me alegra que hayas decidido concursar en esta edición homenaje a Poe, hacía que no sabíamos de tus letras. El Gato Negro fue el primer cuento que leí de Poe, así que le guardo un especial cariño. En esta ocasión lo has llevado a tu terreno para, una vez más, introducirnos en el palacio del Valledor que tantos recuerdos te trae en lo personal y sumergirnos en un edificio en decadencia envuelto en misterio, en el que se van desencadenando uno tras otro varios sucesos inquietantes que terminan por desquiciar al pobre Villamañe, igual que a nosotros pues entre susto y susto no adivinamos por donde puede derivar el relato. Que buena frase esta: "la hiedra...trepaba por el blanco leproso de los muros". Tras la angustia latente a lo largo de la trama, ese final con los fantasmas de los niños mirando por la ventana es de los que ponen los pelos de punta. Muy buena aportación, como siempre. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Jorge. Yo también me alegro de encontrarnos aquí de nuevo.
EliminarRealmente hubo un orfanato en el Palacio en los años 30 y 40.
Desde el 67 al 87 funcionó como Escuela Hogar. Yo estuve interno 7 años desde el 71 al 78.
Nunca vi ningún fantasma aunque la historia y el escenario parecen propicios para ello.
Tu elogioso comentario me alegra y me motiva. Muchas gracias por tus palabras.
Un abrazo, Jorge.
Ufff, un final que hiela la sangre. Buen aporte. Saludos
ResponderEliminarLa sangre congelada siempre se asocia con el terror, es una buena metáfora. Muchas gracias por tu comentario.
EliminarUn abrazo
Hola, Paco. Cómo no, no podías faltar en un homenaje a un genio del terror con tu destreza para tenernos en vilo. Un relato fantástico que se lee con el susto en el cuerpo. Desde el inicio, con esa atmósfera, nos introduces una casa vieja con un pasado marcado aún latente a la espera de ganarse alguna víctima, mas sea un gorrión o algún lector, aunque este no sea asustadizo. Yo, como miedoso que soy pero amante del terror, lo he disfrutado mucho. Ese juego de pasado y presente fusionado en cada escena, con el gato negro tan bien descrito de fondo y un final que pone los pelos de punta.
ResponderEliminarMuy buen aporte.
Mucha suerte y un abrazo!
Poe ha sido de siempre uno de mis escritores favoritos. Has captado muy bien el espíritu del relato, señalando los puntos esenciales.
EliminarEn efecto, traté de crear el ambiente adecuado donde se van produciendo sucesos extraños para mantener al lector en tensión.
Veo que lo he logrado a los ojos de un narrador como tú de probada categoría.
Celebro que te gustara.
Muchas gracias por tu extenso y motivador comentario.
Un abrazo, PepePepe
He tenido la suerte de pasar en un gótico internado de nuestra vieja piel de toro¡¡¡de manera voluntaria!!! un buen puñado de años de mi vida, y digo Buena Fortuna, porque allí tuve miles de aventuras al estilo de las mejores novelas clásicas , pero ninguna de las tribulaciones que suelen acontecer en tales instituciones. (como esto va de enigmas y misterio no diré el nombre del atávico enclave y así queda más legendario todo mi asunto) Viene a colación porque allí, entre otras muchas cosas aprendí a escribir y a especializarme sobre todo en poesía macabra y terror...¡¡¡¡¡¡¡ y tu escrito tan sumamente bien redactado, me ha traído a mis mientes perversas aquellos glorioso y valientes años!!!!!! Además, ya sean esclusas, orfanatos, preventorios y un largo etcétera, todo ese tipo de investigaciones al estilo del señor Amorós (investigador de lo oculto)me encantan. Pero aún hay más: Creo que es casualidad pero ahí va...por desgracia, y en una situación anormal del pasado, tuve una experiencia en la que vi varios gatos ahorcados de cedros del Líbano, y a pesar de los esfuerzos de las autoridades pertinentes, nunca se esclareció el caso. Por tanto, tu relato lo he disfrutado.
ResponderEliminarEl Palacio existe realmente y yo estuve interno 7 años cuando funcionó como Escuela Hogar, en los años setenta.
EliminarEso sí, nunca me encontré ningún fantasma ni gato ahorcado. El escenario es bastante adecuado, no obstante, para ambientar historias de miedo.
El orfanato estuvo realmente ubicado en el Palacio en los años 20 y 30.
Muchas gracias por tu comentario
Un abrazo, Juan
Buenas tardes, Paco:
ResponderEliminarAl igual que José Villamañe jamás podré olvidar lo que he visto. En su caso, la desmemoria la provoca el terror; en el mío, la admiración por lo leído.
Suerte en el concurso, Paco.
Más que desmemoria es lo contrario: no poder olvidar. Es decir, sería una memoria omnipresente y obsesiva.
EliminarHablo de lo que ocurre al protagonista. En tu caso, me satisface mucho que te cause admiración, eso motiva bastante.
Muchas gracias por tu comentario
Un abrazo, Nino.
Parece ser que la existencia de la memoria en los animales se identifica porque su conducta actual puede predecirse a partir de algún aspecto de sus experiencias anteriores. Es muy atractiva para el lector la forma en que se hace posible y creíble toda la experiencia previa para que Villamañe no solo recuerde sino que que eso lo consigue una voz narrativa en tercera persona que se arriesga a utilizar todos los tiempos verbales en pasado posibles, sin que rechine en ningún momento. Además con una historia donde lo terrorífico queda por descubrir, o está tapado con más terrorífica sutileza. En una palabra, me gustó este relato, puntuable con nivel sin duda
ResponderEliminarHola, Javier. Teniendo en cuenta el título debía hacer uso frecuente del tiempo pasado, por lo que, para no repetirme demasiado traté de variar los tiempos.
EliminarMe alegra saber que a tu juicio, como crítico excepcional, la cosa no haya quedado mal del todo.
Traté de crear una escenario con atmósfera de suspense en el que se fueran produciendo sucesos más o menos inquietantes, y, luego , que el lector juzgue, imagine e intérprete.
Muchas gracias por tu elogioso y original comentario.
Un abrazo, Javier.
Hola Paco , pasé anoche a leerte , lo que pasa es que como era muy tarde , y tenía mucho sueño decidí comentarte ahora que tengo un ratito , la verdad es que describes muy bien las escenas , por un momento yo iba de la mano con el protagonista de tú relato , es de una viveza que da un pelín de miedo y eso que yo no soy una miedica , jajajajajaj pero la imagen de esos dos niños espectros junto a la ventana , impone mucho de verdad , te deseo mucha suerte en el reto , asido un placer el conocer tú bello rincón , ya que me gusta como escribes , con tú permiso me quedo de seguidora tuya , me llamo flor , y soy la del árbol lleno de flores.
ResponderEliminarTe mando un afectuoso abrazo y saludo de flor.
Hola, Flor. Bienvenida a mi blog de CastroArgul.
ResponderEliminarCelebro que te guste mi estilo.
Te agradezco un montón tu extenso y elogioso comentario, resulta muy motivador.
Siento predilección por los relatos de terror y suspense.
Procuro describir con detalle para situar al lector.
Si has sentido algo de miedo, significa que el relato funciona.
Lo dicho, muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo, Flor.
Hola, Paco. Un relato con un halo de terror en cada una de sus palabras, pero lo logras armado de una delicada sutileza que vas desplegando al mostrarnos cada una de las escenas. Esto hace que el terror cale mucho en el lector. Un muy buen trabajo. Mucha suerte en el concurso. Saludos.
ResponderEliminarEso del halo de terror suena muy bien, me gusta. Y también lo del terror que va calando sutilmente.
EliminarBuen resumen, has captado bien la idea. Muchas gracias por tu comentario
Un abrazo, Pedro.
Una gran historia, me ha encantado. La narración es impecable, la ambientación también. Sin contarlo todo, nos revelas tantas cosas ocurridas en ese sitio. Agradezco las imágenes evocadoras y las palabras justas. Genial. Enhorabuena.
ResponderEliminarCelebro que te haya encantado, me abruman tus elogios, son muy motivadores. En pocas palabras reflejas con acierto el espíritu del relato.
EliminarMuchas gracias por tu comentario
Un abrazo, Ana.
Hola, Paco. Tremendo relato el que nos traes. Las risas, las angustias, los miedos pasados,... Recuerdos de una vida de orfandad recogidos como gotas de lluvia en ese edificio abandonado. Mucho tuvo que vivir José entre esas cuatro paredes y ahora las revive entre cantos de chicharros y gorriones.
ResponderEliminarUn placer leerte. Un saludo.
Muy lograda esa expresión de "recuerdos como gotas de lluvia". En realidad, Villamañe, mi álter ego, estuvo/ estuve interno en el Palacio cuando fue Escuela Hogar, en los años 70. El Orfanato existió también en los años 20 y 30.
EliminarEn efecto, en 7 años mucho viví ahí dentro, una fértil fuente de inspiración.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo, Bruno.
Hola, Paco. Una tremenda historia en la que la melancolía de los recurdos queda perlada por los tétricos recuerdos de lo acontacido en ese antiguo orfanato.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un abrazo.
Has hecho un buen resumen, Josep, una frase larga y certera. Los Orfanatos son lugares propicios para historias tenebrosas. Este existió realmente en los años 20 y 30. Pues, nada, encantado con que haya encantado.
EliminarMuchas gracias por tu comentario
Un abrazo, Josep
Hola, Paco.
ResponderEliminarUn relato que conserva ese halo atormentado, que tendrán los edificios antiguos que de alguna manera parecen que conserven en ellos las almas, almas perpetuas por sus vivencias oscuras. Con este cuento nos has hecho recorrer justo ese pasado al que siempre se le teme. El que estremece.
Muchísima suerte en el concurso.
Un abrazo.
Existe la creencia, y algunos extraños sucesos parecen confirmarlo, de que los edificios donde hubo mucho y continuado sufrimiento quedaron impregnados por una energía funesta que a veces se manifiesta por medio de imágenes, olores, sonidos...
EliminarCelebro que te gustara. Muchas gracias por tu comentario
Un abrazo, Irene.
Hola Paco las escuelas hogar, esas instituciones de enseñanza primaria de los años 60 y 70. Al estar en edificios cedidos. muchos tendrían una arquitectura peculiar. Con el deterioro del tiempo se convierten en lugares germen de las historias más fantásticas. Ese gato, los pájaros sobre los cristales son escenas que tenemos en la mente y que, con tu particular estilo, traes con sigilo, desempolvando, quizás, recuerdos de la niñez. Paseos por esos pasillos, los ventanales, el árbol, el jardín. Un ambiente sutilmente creados para inquietar y dejar al final esas dos caras sobre el cristal fantasmales o tal vez, recuerdos de la niñez. Un abrazo.
ResponderEliminarEn el Palacio de Valledor hubo realmente un Orfanato en los años 20 y 30.
EliminarDesde el 67 al 87 funcionó como Escuela Hogar. Yo estuve interno 7 años en la década de los 70.
Así que, en efecto, José Villamañe sería mi álter ego, conoce el edificio como la palma de su mano.
Has captado muy bien la esencia del relato. Muchas gracias por tu comentario
Un abrazo, Emerencia.
Hola, Paco. Una historia de desamparo y terror. Imagino que el protagonista pudo haberse visto reflejado en esos fantasmas del final.
ResponderEliminarUn abrazo
No, el orfanato existió realmente en los años 20 y 30. José Villamañe, mi álter ego, estuvo, estuve, interno en la Escuela Hogar en los años 70, así que no coincidieron, coincidimos.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario
Un abrazo, Mirna
Hola, Paco. Muy buen relato de terror gótico. Me ha encantado la fusión que realizas entre recuerdos, realidad y hechos inexplicables. La escena del gato, para mí gusto, es el culmen. Aunque la imagen de los niños tras el cristal no se queda atrás. La ambientación y la atmósfera muy conseguidas. Me ha gustado. Sin duda buena posición en el concurso.
ResponderEliminarSuerte en el Tintero y un abrazo.
Me gusta eso de la triple fusión. Esa era, en efecto, la idea. El gato, la conexión con Poe, buscaba preparar el escenario para la escena final, crear atmósfera, como bien dices.
EliminarMuchas gracias por tu comentario
Un abrazo, Leo.
Has mezclado en tu coctelera, elementos que ya de por sí nos retrotraen, a escenas terroríficas de nuestro imaginario. Orfanatos, niños abandonados, animales ahorcados, reflejos en el espejo... todo narrado con secuencia de trailer cinematográfico.
ResponderEliminarMe ha enganchado irremediablemente.
Un abrazo.
Hola, Francisco. En efecto procuré crear el ambiente propicio para ir añadiendo ingredientes y cocinar a fuego lento, acelerando hacia el clímax final.
ResponderEliminarMe gusta lo de trailer de película, suena genial y es bastante certera la comparación.
Muchas gracias por tu comentario
Un abrazo, Francisco.
¡Enhorabuena, Paco! Una narración impresionante. Has hecho una descripción del entorno brutal, donde tiene cabida lo visual, lo olfativo y lo sonoro, además de las emociones. A medida que avanzas en el recorrido vas subiendo el tono hasta que terminas con esa imagen terrorífica. Me ha encantado y me ha recordado a la película El internado, donde los fantasmas de los niños campaban a sus anchas por entre los muros del antiguo internado. Los tuyos también.
ResponderEliminarUn abrazo y suerte en el concurso. Aunque a algunos no os hace demasiada falta.
Hola, MJ. Sí, la idea era esa: crear un ambiente propicio para ir introduciendo sucesos más o menos inquietantes, lograr que los lectores se sintieran dentro del edificio, hasta desembocar en clímax final.
EliminarCreo que has captado bien la idea y hecho un certero resumen.
En efecto, puede recordar "El internado" y alguna otra similar, es terreno abonado para las historias de miedo .
Celebro que te gustara. Muchas gracias por tu elogioso y motivador comentario.
Un abrazo, MJ.
Hola, Paco!! Me encanta como has escrito este relato tan inquietante. Primero he sentido el sufrimiento de los niños, luego pena por el pajarillo agonizante y después temor por ese gato negro que se come al pajarillo. Es aterrador todo lo que cuentas de los sonidos del gato ahorcado y esas dos caritas fantasmales del niño y de la niña. Tu escritura desprende una gran sensibilidad difícil de encontrar en este tipo de relatos de terror. Suerte y un abrazo.
ResponderEliminarHola, Cristina. Sufrimiento, pena, temor y terror...todo un cóctel de sensaciones. Me satisface haberlas provocado. A poco más se puede aspirar cuando se escribe un relato de este tipo. El Orfanato existió realmente en el Palacio de Castropol en los años 20 y 30.
EliminarYo estuve interno en los años 70 cuando era Escuela Hogar.
Me alegro de que te haya gustado.
Muchas gracias por tu elogioso y motivador comentario.
Un abrazo, Cristina.
Aún unos minutos después de acabar tu impresionante “Regreso al pasado”, queda vibrando un halo de emoción. Una segunda lectura más crítica, solo refuerza la primera impresión. ¡Magnífico, Paco! Por lo que cuentas y como lo cuentas. ¡Ese Palacio Valledor que tantos relatos nos ha regalado de tu mano y memoria, e imágenes! El poso de tristeza de las abolidas escuelas hogares impregna toda la historia aderezada con el macabro y bien llevado gato Poeiano y Casteliano.
ResponderEliminarSolo una cosa, Paco, y es un apunte personal, a ver que te parece. Los que tenemos un autor como referente, solemos tener confianza con él a la hora de nombrarlo, te pongo ejemplos, no decimos Camilo José Cela, o Marcel Proust, sino Cela o Proust, y creo, solo creo, que en vez de “Eso le pasaba por leer a Edgar Allan Poe”, mejor “Eso le pasaba por leer a Poe”, además de que tus lectores sabemos que este reto va de homenaje a dicho autor.
Me ha encantado el guiño de personalizar a Paco Castelao en el maestro José Villamañe, al Paco niño interno, abriendo “las pesadas compuertas de los pantanos de su memoria” encerrado entre el blanco leproso de sus muros.
Hay tanto y bueno que decir sobre tu cuento que…coparía todo el espacio, ya ves que aún estoy emocionada por la reciente lectura. Hasta ahora, de los leídos en tintero, y hay muchos buenos grandes cuentos, (sin desmerecer ninguno), es mi preferido por, repito, lo emotivo mezclado de misterio y horror dosificado y tan bien tratado literariamente.
Un cariñoso abrazo, y toda mi admiración por este trabajo. ¡Enhorabuena, maestro Paco!
Hola, Isabel. Merece la pena publicar en el blog sólo por recibir tus comentarios. Creo que este ha sido de los más largos y elogiosos, y ya van unos cuantos.
EliminarEl relato es una versión muy reducida de otro publicado en el blog y en Tus Relatos.
Estoy de acuerdo contigo en lo de Poe, no se te pasa una. De hecho, así figuraba en la versión original. Decidí poner el nombre completo como un homenaje al Maestro del Terror, aunque suene poco natural. Me emociona saber que mi relato te ha emocionado, hasta el punto de dedicarle tan sonoros epítetos laudatorios.
Muchas gracias por tu impagable y muy motivador comentario.
Un fuerte abrazo, amiga canaria.
Hola, Paco. Inquietante relato el tuyo lleno de recuerdos y nostalgia. El lector no se sabe exactamente lo que allí aconteció, pero por la forma de actuar del protagonista acabamos cómplices de sus reminiscencias del pasado.
ResponderEliminarAl menos acontece de día y controlamos el miedo visceral que provoca este lugar con sus suicidas aves. Por la noche mejor ni intentarlo o los espíritus nos harían sus prisioneros y, seguramente, acabáramos ajusticiados.
Saludos y suerte.
En ocasiones, el día es tan bueno o mejor que la noche para el terror, porque ocurren cosas que no esperas, en la noche estás más alerta. Es el caso de los pájaros y los fantasmas. Ahí lo dejo, para el lector intérprete e imagine.
EliminarMuchas gracias por tu sugerente comentario.
Un abrazo, JM
Hola Paco! No sé que me produce más desasosiego, si la idea del sufrimiento de los niños que habitaron el lugar o la muerte de los animales, tu historia parece una tremenda metáfora. Enhorabuena!!
ResponderEliminarMuy interesante lo de la metáfora, es una forma original y atrayente de verlo.
ResponderEliminarDigamos que los pájaros kamikazes y los gatos van sembrando la tensión y el misterio para lograr la cosecha, recogida en la escena final.
Muchas gracias por tu original y sugestivo comentario.
Un abrazo, María Dolores.
Un regalo ña descrpcion inicisl del edificioque nos prepara a wntrar en una costruccikn mas vieja que antigua, soleada, pintsda de blanco feroz manchado de musgo. Ahi empiezan a suceder cosas banales pero inexplicables que van aumentando ña tension, fuera del campo de lo habitual.
ResponderEliminarFinalmente aparecen los niños a veces reflejo de maldad y otras, las mas, de inocencia maltratada. En la historia no pasa nada destacable pero la congoja nos atenaza cada linea que avanzamon.
Me recordo el terror setentero de las peliculas de ibañez serrador.
Saludos y suerte
En efecto, se trataba de crear el escenario propicio para que fueran sucediendo cosas, y que el lector se metiera y viviera la trama.
EliminarEn este caso, son inocencia maltratada,. El orfanato existió realmente en los años 20 y 30.
Ibáñez Serrador fue un maestro del género,celebro que te lo recuerde, es buena señal.
Muchas gracias por tu elaborado comentario.
Un abrazo, Gabiliante.
Debe ser una experiencia realmente escalofriante escuchar a niños y ver sus fantasmas, no quiero ni imaginarme lo que sintió ese maestro.
ResponderEliminarMuy buen relato, lleno de suspenso y terror bien logrado. Me encantó.
Suerte en el concurso.
Un saludo.
Pues sí, no debe ser una experiencia agradable. Los fantasmas de niños siempre acongojan más. El escenario es el adecuado y el orfanato existió realmente en los años 20 y 30.
EliminarMe alegro de que te gustara.
Muchas gracias por tu certero comentario.
Un abrazo, Cynthia.
Paco un magnífico relato que da miedo imaginar ese orfanato en los años 40. Tétrico y que da miedo solo imaginar todo lo que relatas. No soy mucho de lecturas de Poe por que tengo miedo de leer ese tipo de terror. Un abrazo.
ResponderEliminarSon lugares propicios para experiencias inquietantes. De eso se trata, de imaginar, es mayor el miedo imaginado que el vivido.
EliminarMuchas gracias por tu comentario
Un abrazo, Mamen.
Hola Paco, que triste la vida en los orfanatos en aquellos años.
ResponderEliminarQue bien narras las escenas , un relato que a pesar de su crudeza es agradable de leer por lo bien que lo cuentas.
Muy buen relato.
Suerte en el concurso
Un abrazo
Puri
Hola, Puri. En los orfanatos la vida nunca es muy alegre, y en esos años, menos.
EliminarMe alegra que te gustara el relato.
Muchas gracias por tu elogioso comentario.
Un abrazo, Puri.
Aprovecho para felicitarte como finalista, y repetir lo buenísimo que es tu cuento. Además, recalco que tu relato de la mar enfurecida es uno de los más bellos relatos que he leído en mucho tiempo. ¡Escribes de maravilla!
ResponderEliminarUn abrazo :)
Muchas gracias, Maite. Tus comentarios son muy motivadores. Ese relato de la mar ganó el Tintero de Oro en su momento. Celebro que te gustara.
ResponderEliminarUn abrazo.
que bonito escribes me ha gustado conocerte leerte y admirarte
ResponderEliminarHola, Mucha. Curioso nombre, por cierto.
ResponderEliminarMuy agradecido por tus elogios. Me alegra mucho que te gusten mis relatos.
Un abrazo trasatlántico.