Quedó
prendado de su voz desde la primera vez que la escuchó.
Era
una voz hechicera, cálida, sugerente, sensualmente arrebatadora. Era una voz
que arañaba el alma, mordía la conciencia, secuestraba la cordura y agotaba los
adjetivos del diccionario.
Las
inenarrables ondas sónicas, diríase que emitidas por las sublimes cuerdas
vocales de alguna diosa olímpica, recorrían, cual delicioso torbellino, su
conducto auditivo externo; vibraba el tímpano de puro goce estremecido, se
ablandaba el yunque en calor orgásmico fundido; ebrio de dicha, suspiraba el
estribo añorando lejanas monturas, galopando por la llanura hacia el ocaso;
exultante el caracol, perdía la dignidad y la vergüenza, y enseñaba sus cuernos
al sol. Nunca, en su genética modestia, hubiera imaginado el humilde y sufrido
nervio auditivo que llegaría a ser el mensajero destinado a transmitir las más
extraordinarias vibraciones acústicas que cerebro humano conociera jamás.
Cada
palabra, cada sílaba, cada fonema pronunciado era un relámpago, invisible pero
formidable, que convertía sus neuronas en fuegos artificiales. Los destellos,
breves pero deslumbrantes, alumbraban playas de aguas diáfanas y finísimas
arenas blancas, altas montañas cubiertas de nieve inmaculada, bosques
antiquísimos surcados por sendas inmemoriales…
La
desnudaba con dedos temblorosos, liberándola de sus ropajes rígidos y
acartonados. Conocía cada milímetro de su evocadora anatomía. Con los ojos
cerrados recorría su geografía acogedora, acariciándola con ansiosa ternura,
anticipando océanos de voluptuosidad, hasta localizar el pequeño botoncito cuya
leve presión digital bastaba para encenderla y hacer que su anhelado rostro
resplandeciera radiante.
Después,
ella hablaba, borrando el mundo y paralizando el tiempo.
—Continúe
por su derecha; luego, cruce la rotonda y tome la segunda salida hacia la playa
de San Lorenzo.
Y
él, como un niño travieso, la hacía rabiar, ignorando sus órdenes, deliciosamente
rotundas y precisas. Conducía erráticamente, dibujando rutas delirantes, para
que la voz no se callara nunca, para que, como el pastor a la oveja
descarriada, tratara de devolverlo a la senda correcta, con infinita paciencia y
conmovedora perseverancia.
Y
con cada palabra, cada sílaba y cada fonema él iba construyendo pieza a pieza
la fantástica estructura de su dueña.
—Ha llegado a su destino.
Ay, estos chismes nos lo están poniendo muy difícil a las mujeres. Cómo me has despistado, Paco. Me ha gustado mucho y me has hecho dar un salto de la sorpresa seguido de una carcajada. Eres bueno, muy bueno. Enhorabuena y un abrazo
ResponderEliminarEstos cacharros además de evitar que te pierdas en territorios hostiles son muy útiles para estimular la imaginación. A mí, al menos, me han prestado buenos servicios en ambos aspectos. Siempre es agradable recibir tus elogios, Ana. Sorprender era mi intención, en efecto, y si además te hice saltar y reír, pues mejor que mejor. Un abrazo.
ResponderEliminarA uno de is personajes le ocurría lo mismo con una voz tremendamente sensual de un ascensor al decir cerrando puertas, subiendo, abriendo puertas, jajaja.
ResponderEliminarPor desgracia, mi navegador, que también es femenino, no tiene una voz seductora, sino más bien de sargento dando órdenes.
Me has tenido engañado hasta el final. Pero ha valido la pena.
Un saludo.
Lo del ascensor también tiene su punto pero resulta algo monótono por su limitado registro de expresiones.
EliminarEste tipo de e ngaños es lo que un buen lector, como es tu caso, agradece.Lo sé, porque a mí me ocurre lo mismo, y creo que leo menos que tú. Un abrazo, Josep.
Por supuesto no vi venir el final, pero mira Paco, no es esto lo que más me interesa de tu ingenioso relato. Cuentas y cantas tan bien la voz de tu cuento, que resulta tan sensual que enamoras. Frases en las que me fijo mucho muchísimo de lo bien compuestas que están, incluida c su ligero matiz de ironía por su exagerada adjetivación (con conciencia voluntaria de hacerlo así)
ResponderEliminarMe hubiera gustado escribirlo a mí, ya te digo.
Genial Paco.
Esa era la idea , Isabel: trasmitir todas las sensaciones que la voz hacía experimentar al escuchante, abusando conscientemente de la adjetivación, como muy bien señalas.
EliminarLa última frase, viniendo de autora tan talentosa, tiene para mi un valor muy grande. También a mí me hubiera gustado escribir los tuyos, y a mucha más gente, seguro, anda que no. Muchas gracias, Isabel. Un abrazo.
Yo pienso como Tara.Que hermosas palabras y sensaciones.El final sorprende y pienso como esa voz de mando puede tener esa músicalidad que enamora.Me ha gustado mucho.Saludos.
ResponderEliminarCelebro que te gustara, Betty. "Voz de mando que enamora..." suena hasta poético y todo, parece el título de una balada romántica. Saludos cordiales.
Eliminar¿por qué será que a estos cacharros les ponen siempre una voz femenina y hermosa? aunque a decir verdad algo neutra, también es cierto. En todo caso resulta divertido jugar a ponerle cara, cuerpo y hasta personalidad a un aparato que no tienen ninguna de esas cosas. Como el resto de compañeros tampoco vi venir el final, hasta la primera frase que pronuncia la máquina donde ya se intuye su naturaleza. Muy ingenioso Paco. Un abrazo.
ResponderEliminarPues será para que inspiren relatos como éste, Jorge. La idea se me ocurrió hace un par de años cuando fui tribunal de oposiciones en Gijón y tuve que tirar de GPS, comprado expresamente para la ocasión. De ahí lo de "la rotonda hacia la playa de San Lorenzo" que la voz me anunciaba todos las mañanas, justo antes de llegar a mi destino en el instituto de El Piles. Creí que ya la habías leído en TR. Un abrazo, compañero.
EliminarLos momentos de la quimicas de los cuerpos quedan más allá de lo que el amor ofrece....
ResponderEliminarme gusta tu arte..
el de tus letras
Física, química y algo de imaginación: la receta del arte. Un saludo.
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